lunes, 23 de abril de 2012

No te asustes otoño, es verdad, estoy soltera.

Todo empezó una noche, justo cuando terminé de taparme hasta la cabeza, presintiendo que el calor iba a tardar en llegar a mis pies, como todas las noches, desde que decidí que la vida de pareja, el futuro con hijos y el sueño de la casa propia no eran para mí. Todo eso, lo de escribir, empezó justo ahí. 
En realidad la idea de poner en letras lo que me pasa no nació esa noche, pero si la de poner acá, hoy y ahora lo que siento. Por que esta vida jodida me ha dejado sin confidentes, los años me pasaron por encima y hoy, en estas noches de un otoño que recién empieza, no tengo una sola persona a quien contarle mis miserias. Lamentablemente no me pregunto por que, se perfectamente la respuesta. Muchas de esas tipas ya están casadas, otras están en eso, y yo, justo este año elegí que quiero dedicarme a la soltería. Mientras tanto vivía igual que ellas. Por eso las comprendo.
No es un capricho, nada de eso. Es una elección, una decisión pensada y analizada hasta el cansancio. Si señores, yo también tengo mucho miedo. La sociedad se empeña en casarnos, matrimoniarnos o unirnos a seres distintos que se supone, por alguna razón inexplicable, desean despertarse junto a nuestras hermosas caras, todas las mañanas. Pues no, yo no quiero eso. Por lo menos no ahora, por lo menos no con las personas que conocí, por lo menos no sin haber hecho muchas otras cosas antes, por lo menos no hasta que se me desgarre la piel si me separo de alguien, ahí si puede que esté lista para ese futuro tan prometedor que me recomiendan mis padres separados. 
Volviendo al principio, esa noche, esa en la que decidí escribir acá las penurias de mi vida de soltera, la realidad que me aplastaba era desconocida. Con un jarro de te de tilo en la mano derecha, tironeando la frazada con la izquierda, me acomodaba para leer un bello libro, eran como las 3 de la madrugada, pero me faltaban pocas páginas para terminarlo, así que el esfuerzo de mantenerme despierta valdría la pena, o eso creía mientras tiraba de la sábana. Al fin logré ese huequito perfecto que me mantenía en equilibrio cuando un pensamiento casi despiadado se agarró cual garrapata de mi cabeza, y si, no me soltó más. ¿Qué me decía? Lo mismo que todas las noches de las últimas semanas: que fría está la cama, que grande es la cama, hoy también te va a costar dormir, va a durar mucho la soledad, tenés que aprender a estar sola, nunca estuviste sola, como te has equivocado con tus decisiones, que fría está la cama, es gigante esta cama! Y así un rato largo. Un círculo vicioso que me derrite de a poco las neuronas, desgasta la mente, hiere sin necesidad y agota noche a noche mientras intento convencerme de que la decisión de quedarme sin pareja es la correcta. 
Tal vez muchos han hecho como yo, que me enamoré cuando adolescente y no paré más. Me enamoré de uno, después de otro, de otro y bueno, hasta que me enamoré del último. Tampoco digo que de todos con la misma intensidad, ojo.  Hasta que un día o una noche me dije a mi misma: estoy cansada, paro acá, renuncio, cuelgo los guantes, el sombrero y todo lo que se deba abandonar para terminar con situaciones desgastantes, lastimosas y raras que como único saldo dejan en mi vida la certeza de una increíble capacidad para llorar por interminables jornadas. 
Esa noche mientras pensaba todo eso una voz me dijo así: escupilo, sacátelo de encima, soltalo, dejalo ir. Desprendete de todos los dolores acumulados de relaciones frustradas, de ilusiones tiradas a la basura, de peleas inútiles, llantos de gusto, amor derrochado, besos olvidados y cosas que aunque felices o tristes, no van a volver, por que el reloj va hacia adelante. Pero el interrogante surge por que ya no tengo con quien pasar noches en vela hablando del amor, el desamor, el chico que me gusta, el que gusta de mi, de vos, de la trola de la otra cuadra. Nada queda de aquellas épocas, por que ahora soy una chica adulta, una persona que rema al revés. Soy una chica sola, que ha decidido abandonar el nido construido durante varios años para volar en soledad, para ir detrás de sus verdaderos anhelos que nada tienen que ver con las realidades de las féminas que la rodean, o por lo menos de la mayoría de quienes me rodean. No tengo a quien confesar mi dolor, por lo menos no alguien que se aguante la cantidad de horas que necesito para hacerlo, por que este lío no se sana en una noche. 
Así es como decidí no contárselo a una amiga, sino que al mundo, a todos los que pasen por acá puntualmente. A todos los que como yo, en vez de dormir leen y ahogan penas.
Salté de la cama, me volví a vestir y empecé a escribir, sin vueltas, sin corregir, desde las entrañas, desde las tripas, como si tuviera 16 otra vez  y el chico de la otra cuadra me hubiera vuelto a romper el corazón.